El Fanal.
(Cantata para un coro
gospel)
I
El quinqué balanceándose en el
zaguán ilumina la senda.
Esperanza del viajero, un amparo, nuestro cobijo.
Huimos por inhóspitas tierras en
pos de una utopía.
Hay lámparas en los porches.
Soñar de día para caminar la noche
refugiados en unas estrechas
paredes.
Los niños valientes juegan en silencio noche y día,
en su viaje por el
ferrocarril oculto.
Inacabable miedo al hombre blanco.
El dueño del sudor.
Mientras Dios me guíe no temeré,
a su cuidado estoy.
Llegaré a la luz y cantaré,
pues brilla el sol
donde Dios me lleva.
II
En el porche una mujer nos acoge,
con tazón de sopa y pan
se reponen las mermadas fuerzas,
y se sigue, a la oscurecida, el
peregrinaje,
guiados por la luz del
siguiente zaguán.
“La próxima estación del
ferrocarril nocturno,
viajando al norte desde el profundo
sur,
por el país de la libertad blanca”.
Cruzando ríos, esconderse y
caminar.
Vamos en pos de un tren imaginario.
¡Oh, Señor! Dame fuerza y romperé
la cadena que prende a mis hijos.
Un paso más en la noche. La luz de
una candela en la inacabable tierra.
Prolongada noche.
¡Oh, Dios! Danos tu guía en tierras
hostiles.
Por la ribera atraviesa el tren el
crepúsculo,
buscamos un destello para vadear el
río.
Huyendo del dominio del amo,
tomamos el vagón al ocaso. El
ferrocarril del norte.
¡Oh, Señor! Alumbra nuestro
destino.
Cautelosos pasos de pies nudos
hollan las hojas de hierba.
Dormir el día tras falsos tabiques.
Otro tren, otra noche,
una luz que buscar, un fulgor en la
oscuridad.
Mientras Dios me guíe
no temeré.
A su cuidado estoy.
Llegará la luz y cantaré,
pues brilla el sol donde Dios me espera.
III
En los marjales bulliciosas ranas.
En la lejanía retumban los cascos
de caballos,
en sus lomos los sicarios avisados
por el amo
y los rabiosos ladridos de los
perros.
[“Maldita la
esperanza de los esclavos.
Otra vez se
pierde el rastro.
Azuzados los
perros furiosos,
retoman el rastro
de su hedor
y pagarán en su
carne el desafío.
Su piel se abrirá
al dolor
y a fuego marcados como dicta la ley”]
Esconder el roce de los pies
descalzos
entre los cantos de la lechuza y de
grillos alborotando.
Caminar silente de los que buscan
un faro en la noche.
Peregrinos hacia la libertad en el
ferrocarril del norte.
Un quinqué, un candil, un fanal,
una antorcha.
La luz hacia la vida.
¡Oh, Señor! Oculta nuestras
pisadas.
¡Oh, Dios! Ilumina el
sendero.
¡Oh, Señor! Que reaviva la
candela.
¡Oh, Señor! Que diluyes
nuestra cadenas.
IV
Hoy entramos en la estación.
¡Oh, Dios! Perdona estas
lágrimas de puro gozo.
¡Oh, Señor! Para ti las
gracias.
¡Hosanna!
No hace tanto, los que deseaban la
libertad
guiaban su camino por el fulgor de
los porches.
En medio de la desolación,
un brillo de la esperanza, abriendo
brecha
entre los pliegues del miedo,
en tierras inhóspitas.
Un fanal. Un quinqué. Una bujía.
Mientras Dios me guíe
no temeré.
A su cuidado estoy.
Llegará
la luz y cantaré,
pues brilla el sol donde Dios me guía.
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