19 de diciembre de 2013
Navidades de 2013 al año nuevo de 2014
10 de diciembre de 2013
Ponerme en valor
De un tiempo a
esta parte escucho con asiduidad una frase: Poner en valor. Disculpen
amigos lectores si reconozco mi ignorancia al respecto. ¡Lo que me ha costado
entender el susodicho par de palabras!; parece ser que es volver una cosa atractiva
desde el punto de vista comercial y de la que se puede sacar unos billetitos,
con comisiones, por supuesto. Quiero decir: emprender un negocio.
Así que, decidido, voy a ponerme en
valor. Como no se me ocurre mejor manera voy a utilizar las canas de mi barba
para hacer anillos blancos (muy propios para las fechas que se avecinan) que
provistos del pertinente certificado de autenticidad, y por un elevado precio,
aún por decidir, añaden un punto de originalidad sorprendiendo a tu pareja o
parejo con un regalo insólito.
Qué mejor manera de fomentar una
crecida de mi cuenta corriente, a la par que una mínima inversión en materia
prima. Me rasuro, mando mis canas a China, me las reenvían preparadas para
regalo y me aseguro mediante contrato
de los posibles royalties que devenguen los anillos piratas bajo licencia.
Si todo sale bien, y la demanda es
suficiente, podré ampliar el negocio a bonitos collares engarzados en trenza,
gestionados previo corte de pelo.
Se podría pensar en poner en valor
otras partes del cuerpo, pero la edad me cohíbe por un lado, y de otro, me
reconozco carente del sex-appeal necesario para saltar al mundo de la
televisión y de la prensa, no siendo
valladar que impida a otras gentes sus andares por las redes esas.
Bien, dicho esto, ya me siento más
moderno, además contribuyo a generar unos intercambios comerciales para salir
cuanto antes de la crisis, por lo que invito a todo el mundo a lanzarse a la
aventura de Ponerse en valor, con el único inconveniente de encontrar el
valor del que se disponga.
N.B.
Agradecería que
no me pisarais la idea y escogieseis otro elemento que os sea propio, no
vayamos a saturar el mercado antes de tiempo.
historias
crisis,
emprendedores,
poner en valor
24 de octubre de 2013
Insolentes
Los pájaros de la ciudad son insolentes,
defecan sobre nosotros sin arredrarse fiados como van por las alturas de ser
inalcanzables, pues trasnochados los tirachinas de los otrora traviesos
mozalbetes no sufren de impedimento alguno que merme su progenie, proliferan
por doquier y en abundancia, dejándonos recuerdos suyos por los tejados, las
paredes o el asfalto, y lo mas asqueroso: sobre nuestras testas. Y lo mismo les
dan que vayan cubiertas con telas y tocados o cabezas descubiertas, sean éstas
de abundante cabellera o más bien rala. Las aves te mandan su regalito hediondo
y pastoso, cuando no, te resbalas produciendo esos esguinces tan molestos, o
las temidas rozaduras cuando se acaba tocando cemento.
Les he visto clavar su mirada en mi con
un aire furibundo, al parecer irritados, afirmando su dominio de alfeizares y
voladizos, saltando a las ramas de las que son señores cuando su seguridad les
aconseja.
Por su inquina deduzco que todos hemos
sido, en algún momento, víctimas propiciatorias, y hemos recibido, por tanto,
alguna insolencia suya: en el pelo, sobre la ropa, en aquel suéter que tanto
nos gustaba y que con ignorancia paseábamos por la ciudad inconscientemente.
Esa mancha que notamos en el momento de
despojarnos de nuestra prenda, o al pasar el peine por la cabeza, y ese hedor
repugnante que nos acompañó tanto trecho y del que somos en ese instante
conscientes.
Confirmo, en una pequeña encuesta
elaborada entre conocidos y transeúntes, la extensión y proliferación de
sucesos escatológicos. Hay compresión y
gestos cómplices de los que han sido objetivo de los arrojos de
gorriones , palomas y demás aves volanderas.
Aves soltando lastre sobre nuestras
cabezas, en los hombros, sobre la espalda. Guano vertido sobre la ropa que roen
tejidos y nos atufan.
No hay colonia que enmascare el fétido
aroma sobre la tela.
Y el auto. Tu auto cubierto de cabo a
rabo por excrecencias de plumífera procedencia.
¿Por qué nos odian los pájaros? ....
13 de septiembre de 2013
Pasear en Granada
GRANADA
No solo es visitable la Alhambra de
Ganada de obligado cumplimento por ser Patrimonio humano y muy linda, antes o
después de recorrer los regios sitios debes adentrarte por otros lugares de la
ciudad, dignos de apreciarse. Este trasiego de gentes humanas o no, es lo que
ha dado pie a los antisistema a rebautizarla con su sorna característica como:
“Granada: Parque Temático”.
Quisiera, si me lo permitís, hablaros de los otros encantos,
de los que verbi gratia, enumeraré un par, a saber: las cuevas del Sacromonte y
la Abadía.
¡Preparados¡
Es conveniente coger el minibús pues
forma parte íntegra de la experiencia turística, éste dispone de traqueteos
variados por el empedrado, y de calles angostas con giros en ángulos
desconocidos; las revueltas hablan tanto de la habilidad del conductor cómo de
la peculiar elasticidad del espacio, pues cabes, a pesar de los peores augurios
cabes, y sin rozar nada. Si por el camino se encuentra con un pasaje angosto
puedes ver en “vivo” deprimirse o expandirse el espacio lo suficiente para que
pueda pasar el bus. La “Física” en Granada es otra cosa y, si no, pregúntenle
al Washington Irving.
Evidentemente le preguntas al
diestro conductor si el transporte te lleva al Sacromonte, sentado o de pie, en
cualquier caso, sujeto firmemente, “disfrutas del recorrido”. En un improviso
se llega a un semáforo y sin ser parada el conductor te despacha con un “por la
primera a la izquierda y todo tieso, no tiene pérdida”; te bajas impelido por
el temor a desairar al autobusero. No sin cierto alivio encuentras lo
pertinente de las indicaciones al leer el cartel Al Museo, y al museo de
las cuevas del Sacromonte que vas con cierta displicencia no exenta de
chulería.
Siguiendo la flecha por una calle sin aceras o carretera con casas
a un lado y barranco a otro, con sosiego al comprobar que el camino es poco
transitado por ingenios mecánicos lo que permite llegado el momento, ante el
ruido de un motor, pegarse a la pared como los dibujos egipcios, notando el
viento pasar acompañado por ese tufo a gasolina y aceite de los vehículos que
desmerecen los caminos.
La mayor parte de las veces sobra
espacio, son motos las que circulan, aunque tan raudas que acojonan; al
menos los coches con sus cuatro ruedas tradicionales tienen un andar más
parsimonioso y asustan menos, excepción sea hecha de los minibuses y camiones, pues ni tragas saliva cuando pasan por no aumentar de volumen.
Hay que andarse con cuidado para no
pisar los charcos que jalonan la calle producto del afán higiénico de los
locales flamencos (deduzco que es la hora de limpiar y ventilar las
exudaciones turísticas para devolver el prístino ambiente tan del gusto de
foráneos y sostén de las economías indígenas).
Alrededor de las estrechas puertas
una decoración impactante; unos murales de bailaoras gigantes con trajes de
faralaes girando vertiginosas y de los que temes verlos asaltando tu realidad
con esos cabezones dominándote desde la fachada. Y en los quicios: mochos cruzados como prevención contra
resbalones, nada de clips amarillos con dibujos de colores, sino la auténtica
fregona de toda vida, el icono de siempre, la muda advertencia –Ni se te ocurra pisar que lo tengo recién
fregado- lo que te lleva a reconstruir
una de las famosa filípicas de madre sobre la sacrificada vida del ama de casa,
que tú como niño-hombre olvidas sin querer.
Varia fachadas adelante hay una
indicación gracias a la cual dejas el camino para subir por empedrada cuesta,
rota a cachos por escalones, en la que la parte de tu cuerpo que se siente más
lastimada son los pies; las plantas de los pies sufren con tanto canto rodado,
muy estético pero flageloso.
El museo, como todos, es muy
instructivo. Te muestra en vivo los huecos habilitados en la roca, sus muebles,
su color y sobretodo te enseña el mundo antes de las inmobiliarias.
Cumplimentado convenientemente el
museo nos fuimos a la Abadía.
En la Abadía del Sacromonte
visitamos sus dependencias que incluían las aulas de la antigua universidad y
un plato fuerte: las catacumbas, un recorrido por el subsuelo con indicación
expresa de donde hay que mirar, ahí se hallaron los restos de los mártires y
los libros plúmbeos que tras 378 años de pesquisas vaticanas son definidos "como obra literaria sin valor religioso perceptivo". Por el contrario, los santos granainos son autentificados y
reconocidos restos de los primeros creyentes cristianos que vivieron en el
lugar.
No hay nada mejor que separar el fervor de las elucubraciones de algún
converso o morisco, que cualquiera pudo ser.
Ahora a descansar, reposando los
pies en barreño de agüita relajante pues, en parte por afán turístico, en parte
por temor de volver en el minibús, nos lanzamos cuesta abajo callejeando por
las empedradas callejuelas del Albaicín, con evidente riesgo de torceduras pero
con la posibilidad de apreciar mejor el color local y reconocer tipos
característicos: esos músicos tocando y pasando luego la gorra. En tu ciudad
pueden ser pesados, pero aquí qué arte tienen.
Pero eso será otra historia.
27 de junio de 2013
EL PIE
Para dormir utilizo
el panza arriba o el costado derecho. El paso siguiente después de despertarme
se encamina a levantarme. Por costumbre giro de izquierdas, aunque sea de
talante conservador, por ello suele tocar mi pie izquierdo el terrazo de la habitación
en primer lugar. Evidentemente realizo mis abluciones matinales con espíritu
dispuesto, resuelto a encarar un nuevo día.
Pequeños
inconvenientes me pasan factura, y eso que pongo todo el cuidado debido: la
pasta de dientes se desborda por el cepillo cayendo, en parte, al lavabo. ¿De
qué materia estará hecho? se pega a la loza sanitaria de tal manera que cuesta
un mundo desprenderlo dejando la impresión de ser uno, sucio y descuidado.
El café siempre
demasiado caliente me quema la lengua, y un postrer vistazo a mi indumentaria
sirve para descubrir manchas ocultas en la corbata. El ascensor siempre ocupado
hace más rentable el bajar andando.
El transporte se
demora. Mi jefe me abronca nada más entrar. Todo un compendio de vicisitudes
hasta la hora del regreso a casa en otro aciago día.
Recientemente me ha
dado por leer. No por ello descuido las necesarias veladas televisivas. De vez
en cuando saco de la biblioteca alguna novela, evidentemente, la bombilla se
funde con irregular e impertinente frecuencia.
Hay días en que la
cena se quema, y otros en que mi cita llega tarde; cambios de última hora en la
actuación que voy a ver, o cualquier caso de imprevisto que se pueda uno
imaginar. Hace tiempo que he desistido de planificar mi vida, me he acostumbrado
a cierto grado de azar en lo cotidiano y en lo que pudiera ser extraordinario..
Es una realidad
constatable y no es debido a mi natural torpeza. Todo está relacionado con mi
conducta, en la manera que tengo de abandonar el lecho con el pie izquierdo.
Tal vez ...
Haciendo acopio de
toda la fuerza de voluntad de la que soy capaz iniciaré un experimento. Cambiar
el pie con el que me levanto.
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Me ha costado, pero
al final he encontrado una solución, arrimar la cama a la pared, de suerte que
me resulta natural apoyar el pie derecho al levantarme.
En pocos días pude
constatar toda una pléyade de hechos significativos que intentaré resumir.
Levantarse con el pie
derecho conlleva que la pasta de dientes esté en su sitio, que el café tenga la
temperatura adecuada y que el ascensor esté dispuesto en mi descansillo. He
encontrado asiento en el tranvía y el jefe no me estaba esperando; al acabar la jornada me ha felicitado por un
trabajo bien hecho.
Al llegar a casa todo
está en su sitio, pero silencioso. Pongo música o escucho la radio mientras
saboreo un gin-tonic repantigado en el sillón. Como último recurso contra el
silencio pongo la televisión.
Enciendo una lámpara
de ambiente que tamiza la luz del atardecer. El vaso me devuelve reflejos de
penumbras deslizándose al compás de un sol en retroceso. La ginebra no consigue
difuminar mi confusión lo suficientemente rápido para apaciguar mi ánimo.
Siempre revisitado por el espeluzno. La conciencia cabal de no estar solo, de
tener cerca una aparición vigilante todo el día, escudriñándome.
Oculto en los quicios
de las puertas. Visible tan solo por el rabillo del ojo, noto que hay una
figura oscura, difuminada.
¡En todas las
puertas!
Todo me sale bien,
sin embargo estoy aterrado. Paso las noches en vela con la luz encendida para
disipar la visión del ente en los intersticios de la puerta.
Le he visto con una
media sonrisa alargando su mano, sutil como el humo de los cigarrillos, para
cerrar su puño a la altura del corazón. Al unísono, mi víscera se constriñe
hasta pausar los latidos, y me agobia,
y me roba el aire. Intento entonces boquear en busca de un poco de oxígeno que
no existe en este ambiente enrarecido; presiento que el tiempo se acaba, que
seré presa del espectro y de su desagradable mueca.
El despertador suena,
me salva por el momento. Inicio mi rutina una vez más.
He intentado varias
veces retrasar la vuelta a casa sentado en la esquina de sórdidos cafés. Hasta
ahí me persigue y en esos sitios está como disfrutando, observo que se ríe. De
su boca abierta un pozo de negritud inmensa me hiela las entrañas.
Lo peor de todo es la
limpieza. Desde hace días las papeleras están vacías, no veo residuos por el
suelo, mi mesa aparece siempre recogida, la cocina resalta con un fulgor digno
de anuncio, hasta las sombras parecen más diáfanas y limpias.
Sin motivo aparente
sé que el fantasma que intuyo me encuentra sucio, que busca un descuido para
limpiarme, sacando mis entrañas para ponerlas en remojo, restregar con piedra
pómez toda la piel y con un estropajo frotar las circunvalaciones de mi
cerebro, saneando los sueños, los deseos, mis pensamientos. Esclavizando mi
voluntad.
Quiero seguir siendo
lo que soy, a pesar de mis miedos, de mis meteduras de pata, pero también con
mis aciertos y con mis alegrías.
En un mundo perfecto
soy una rémora, una molestia que sería conveniente erradicar. Cada día sufro de
pesadillas y ansiedad cuyo nexo común es la resplandeciente luz que lo ilumina
todo con un fulgor gélido en este cotidiano mundo. Aquí mismo, donde estamos
ahora, hay destellos de bruñido acero en la fachadas. En las casas, pulcritud y
desinfectantes. Lo más sorprendente, empero, es la ausencia de olor natural.
Nada que oler en este
mundo del pie derecho.
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Tomando las escasas
fuerzas que aún soy capaz de juntar, he vuelto a levantarme con el pie
izquierdo. Me he cortado al afeitarme; del bar de la esquina llega un fuerte
olor a chocolate con churros; ha vuelto la sensación de tener al jefe siempre
mirándome por encima del hombro; la mesa de la oficina está llena de papeles, y
en el fondo de la taza del café me he encontrado con un clip de color verde,
evidentemente no es mío, pero tengo la impresión de que puede ser un coqueteo.
Después de un día
cargado de incidentes, no todos desagradables, me lo he pensado mejor y me
decanto por la opción de no creer en supersticiones.
Seguiré levantándome
con el pie izquierdo, y dejaré que los acontecimientos se caigan encima mío,
quejándome y enfadándome como cada día.
A menos que..., ya no
sea posible la marcha atrás.
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Un hecho fortuito me
ha perturbado sumiéndome en simas ya vividas. No he sido yo el causante, sólo
un testigo inocente, alguien que pasaba por ahí. Cerca de las tapias de un
edificio en construcción, rodeando un contenedor de escombros de donde
sobresalían cristales rotos, en un atisbo apenas perceptible por la visión
periférica: la negra sombra de mis pesadillas pasadas y presentes.
Una tenue imagen
recorre el camino entre las neuronas hasta el almacén donde se esconden los
peores recuerdos, y se reconocen. No es bueno tomar conciencia de ciertas
cosas, deducir que mi sombra sigue ahí escondida en los vanos de la puerta
aunque yo no la vea, que su visión, por fugaz que sea, procede ahora del
reflejo de los cristales rotos. Y la siento cerca de mí, omnipresente compañera
de noche, escondida, vigilante de día, acechante, infatigable.
Esperando su
oportunidad.
Un instante preciso
para extender su mano en larga sombra y oprimir mi hálito... hasta la muerte.
9 de mayo de 2013
OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS Y RAREZAS.
AVISOS
Extraviado globo cautivo. Se gratificará cualquier
información.
Encontrada sombra perdida. Se devolverá a quién pueda
identificarla.
Se ruega al propietario de esta china en el zapato se pase
cuanto antes a recogerla. (Me está matando).
Prescrito el tiempo de almacenaje, se pasará a donar
a una ONG del desierto todos los paraguas olvidados. -Al menos, que se usen
como sombrillas.
Se abre el plazo para que las playas soliciten el
reembolso de toda la arena que la gente se lleva entre los dedos y entre...
Se procede a remesar todos los deberes inconclusos o
sin hacer de nuestra infancia.
Encontrado lector, razón aquí.
Celular se
dice allende los mares, por aquende diríamos Móvil.
Móvil se
dice allende los mares, por aquende diríamos Celular.
Sólo es un punto de vista.
Cubito de hielo en buen estado se ofrece para aliviar
la calor.
Debido al paso repentino del invierno al verano, se
ofrecen primaveras, nuevas, para decorar
UNA DE VOCALES
Vocalista busca consonantes.
Variaciones
Vocalistas buscan consonantes para montar una fiesta.
Vocalistas buscan consonantes con intenciones serias.
Vocalistas buscan consonantes para formar orquesta.
Vocalista y sus amigas buscan consonantes para formar
palabras.
Cuando las vocales y las consonantes se aprecian
nacen palabras
Cuando las vocales y las consonantes discuten se
forman palabrotas.
Cuando las vocales y las consonantes no se hablan
salen las interjecciones. ¡Bah!
Vale, la hache es muda pero te
oye perfectamente.
La hache se inventó para dar un toque de elegancia al
comienzo de algunas palabras.
Una hache entre dos vocales sirve para evitar roces
impropios.
Como curiosidad decir que las vocales se acompañan de
uve y sin embargo la boca no.
23 de abril de 2013
LOS VIAJES EN AVIÓN
Molestias.
Ciertamente, gran
parte del éxito de la globalización estriba en los viajes en avión. Sean estos por trabajo o por
holganza, han puesto el mundo al alcance de nuestras manos. Pero, no por ello
debemos obviar ciertas molestias que se inician en los terminales, durante el
viaje, y finalmente, con la llegada a nuestro destino.
Te recomiendan que
te presentes una hora antes en el aeropuerto para facturar, y como los susodichos
suelen estar lejos de donde vives, debes salir de casa con tiempo más que de
sobra. Al llegar al terminal, y con esa cara que se te pone cuando buscas algo
y no lo encuentras, deambulas un rato hasta encontrar una fila de gente
esperando con sus enseres, y respiras aliviado. El intervalo de espera difiere
en cada ocasión, pero si hay
suerte te despachan pronto a la sala de embarque. Allí, para entrar tienes que
pasar los controles de seguridad. Ese aparato del demonio que siempre pita y
que debes volver a cruzar, tantas veces como pitidos, hasta dejar todos tus
bolsillos del revés.
Hemos superado la
prueba con éxito, y nos encontramos sentados junto a la exigua ventanilla y con
las rodillas clavadas en el asiento de delante. Cuando más descuidado estás, el
respaldo del asiento se abalanza sobre ti amagando con golpearte, de acuerdo
que no te da, pero mosquea. Después de rebullirte un rato en el asiento, y una
vez alcanzado cierto grado de comodidad, te asalta una de esas necesidades
inexcusables y tienes que pedir permiso
para ir al baño. Es conveniente hacerlo,
pues durante el viaje podemos estar en uno de esos momentos en que hay que llevar el cinto
puesto. Encima por la ventanilla no se alcanza a ver más que el ala.
Aterrizar, en la
mayoría de los casos, no es un hecho
especialmente conflictivo, a menos que te toque un piloto con prisas y oigas el
rugido de los motores como si fueran a reventar, y sientas que tu cuerpo tira
hacia delante por efecto de la firme, que no brusca, frenada del comandante de
turno. Al pisar tierra es recomendable no abalanzarse sobre ella o incluso
besarla, tengo entendido que es un gesto patentado por una reconocida
institución. Ahora debemos recoger las maletas, y en una sala enorme delante de
una cinta mecánica, rodeado de extraños, con miradas furtivas, incluso
desafiantes. Retando a los demás a que toquen tu maleta si se atreven, mientras
empieza el chisme ese a escupir las maletas de los viajeros. Sé que en mi caso
siempre será la última, o casi. Suele ser en esos momentos cuando te das cuenta de que hay maletas idénticas a la tuya
y de lo conveniente de pegarle alguna etiqueta, para evitar percances.
Es el momento de
preguntarse si merece la pena tanta molestia, y de elegir. Habrá veces que nos
sea imprescindible coger un avión, por premura o por la distancia, pero con
tiempo, y planificándote adecuadamente, podemos optar por un viaje en tren.
Salvedad que hay que hacer con los trenes de alta velocidad, que comparten
características con los aeroplanos. Viajas con tu maleta, con las rodillas
estiradas y una amplia ventanilla. Siempre que te apetezca puedes estirar las
piernas, y los que disponen de cafetería, te permiten tomar una infusión o un
refresco, y en algunos casos entablar una conversación con algún extraño,
añadiendo un punto de exótica aventura a tu viaje.
13 de marzo de 2013
Un día perfecto para enamorar.
Después del ocaso surgen las primeras estrellas que titilan azules a
lo lejos. Y la segunda vez que leí el poema de Neruda pensé que era una errata,
y que sería tilila, pero el diccionario me devolvió de sopetón mi
ignorancia; más tarde para un mayor desconcierto descubrí en diferentes
ediciones, indistintamente escrito ora de una forma, ora de otra manera. Una
vez aprendido escogí para mi coleto recitar en sus oídos
“titila”.
Justo antes de perderse el sol por la línea del horizonte, nos explicaba el docto profesor, al
bajar la temperatura se mueve el aire en una suave brisa. Mi temperamento más
romántico prefiere un ventarrón del norte forzando a las ramas de los árboles a
mecerse violentamente, incluso quebrarse. Hay caracteres para todos los gustos
y ocasión, y si esperas a una pastora mejor la brisa. En esto me viene a
mientes un vago recuerdo de un poema hindú y las lágrimas que no te
dejan apreciar las estrellas. Todo ejercicio de espera es duro y soportarlo
requiere entrenamiento; mi truco, si se le puede llamar así, consiste en
imaginarme alternativas, desarrollar diálogos, resolver complicaciones. He de
reconocer lo infructuoso de mi preparación en muchos casos; la gente por sus
propios motivos te cambia el diálogo que trabajosamente habías construido y te
sale por peteneras, que es una forma imprevista según el acervo popular.
Todo está preparado para ella, la puesta de sol, la brisa, las
estrellas saliendo y en mi magín los versos y requiebros que recitar al oído.
Ahora solo falta que venga. ¡Que venga de una vez! Y es que me estoy
impacientando.
Seguiré
haciendo ejercicios; “suavemente
acercarse para mirar al cielo y que mis labios titilen cerca de su oreja
dejando que llegue un soplo de aliento, dejando que calen muy adentro las
bellas palabras que otros hicieron para enamorar, y a lo mejor posar las yemas
de los dedos en su brazo, y conseguir una respuesta de sus labios cuando rocen
los míos”.
Al borde de la colina se ve la figura de la mujer pasear, por el
sendero que lleva a la cima donde la espero. Y una sonrisa pícara o de triunfo
se revela en mi cara al verla caminar. Compruebo que a mi alrededor todo esté perfecto, la
brisa en la dirección correcta, los colores del ocaso dispuestos y refulgentes, y la
yerba recién cortada tupida y cálida, el privilegiado lugar a punto.
Hoy va a ser un día perfecto
para enamorar.
10 de febrero de 2013
Cómo montar un mueble
ADVERTENCIA: Antes de empezar conviene leer
atentamente las instrucciones.
Hay una
tienda de muebles cuyo nombre no deseo mencionar, que te vende desde una silla
a un armario envuelto en un paquete, para que lo montes en casa.
Pasados
los primeros momentos de alegre desenfreno al retirar los embalajes, tan llenos
de sorpresas, con sus aparejos diversos, sus miles de bolsitas y sus exóticos
tornillos, y cuando lo tienes extendido por el suelo de la casa; es de recibo
desplegar las instrucciones.
[Por
experiencia aconsejo pegarlo a la pared para tener una visión de conjunto, y no
perderse por los pliegues del papel. Es importante hacer previamente una
fotocopia, pues como es sabido las hojas tienen dos caras, y si pegas a la
pared el haz, te pierdes el envés, y con ello una parte considerable de las
instrucciones. Evitaremos así la penosa situación de terminar con una silla sin
patas o un armario sin puertas].
En el kit
del buen montador no deben faltar unos recios guantes de trabajo, so pena de
acabar con unas molestas bolsitas purulentas en las palmas de las manos, que
degenerarán, inevitablemente, en unas irritantes heridas escocedoras.
Es
imprescindible seleccionar el lugar de trabajo. Ni que contar la que se montó
cuando después de ensamblar la cama, hubo que llevarla desde el salón al
dormitorio.
Repasemos
lo necesario.
-Lo
primero: los guantes y unas herramientas adecuadas a lo que quieres montar.
-Lo
segundo: fotocopia por las dos caras de la hoja de instrucciones, para no
perderlas de vista.
-Tercero:
Una caja, donde vaciar el contenido de
las múltiples bolsitas, antes de que se pierdan debajo de algún mueble.
-En
cuarto lugar paciencia y un botiquín a mano, por si acaso.
-Por
último. Ahorrar un poco de dinero y compra el mueble montado.
25 de enero de 2013
Reflexiones al volante y momentos inolvidables. IV
Si vas por la carretera y
ves una señal rectangular con fondo azul e impresa una fuente con su caño de
la que no brota agua, ten la seguridad
de que la única agua disponible será la que lleves contigo.
Mejor es la señal de la
cama que es una invitación al descanso,
lo malo es cuando va asociada a herramientas tipo llave inglesa, o
cubiertos. Tantos
utensilios en un lecho no son propicios al sueño reparador.
******
-Y esto se me ha
ocurrido a mi solo varado en un atasco.
Los gatos arañan
por intentar encontrar una salida a su ansia.
Los perros
ladran para que les hagan caso, a veces se desesperan con la indiferencia.
Las vacas tiene mirada de preguntarse por el sentido
de la vida mientras rumian su trébol de tres hojas.
Las arañas son
geómatras frustradas que ven cómo algún escrupuloso les limpia el dibujo.
Los chivos se
dejan perilla por parecer más interesantes.
- Hay quién prefiere hurgarse en la nariz.
14 de enero de 2013
Reflexiones al volante y momentos inolvidables. III
Hay por la
carretera una prohibición referida a los coches rojos imposibilitando que
adelanten a los vehículos negros, cuando menos me parece extravagante una
interdicción referida a esos colores y se libren de la limitación los coches
azules, verdes, amarillos..., o los indefinibles.
Más adelante
suele aparecer una señal con dos coches grises tachados, y perplejo no sé que
hacer.
¿Es que acaso no
me dejan circular por ese tramo?. ¿Y qué hago?. ¿Como me salgo?. No puedo parar
el coche, guardarlo en un bolsillo, y continuar hasta un punto donde devolverlo
a la carretera.
Voy desazonado por temor a que puedan detenerme
los guardias civiles circulando con mi coche gris.
He tomado la decisión de pintar el coche de blanco, para no
sufrir de estos problemas circulatorios.
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