7 de febrero de 2011

Semáforo

Un hombre pide limosna en un semáforo. Se balancea sobriamente sobre muletas de aluminio. Es la tarde noche de una ciudad construida en ladrillo y asfalto.
Colgado de sus dos muletas. Se balancea sobre una pierna, la otra claramente se ve cercenada por encima de la rodilla. Hay un ligero temblor en sus ademanes. Piensas que es frío, piensas que es el mono.
Se acerca a los coches con un vasito de plástico, en cuyo fondo, dos monedas aisladas esperan a otras que les hagan compañía.
La pierna perdida acaba en un muñón vendado, marcado por el tono marrón de su propia sangre. Manchas de color de una herida todavía sin cicatrizar.
Se abre el semáforo. Al cruzar la calle se cruzan las gentes procurando no mirarle, y con ello no verle. Es posible que si no le miras no se acerque.
Acechando a los vehículos. Ese hombre pide limosna moviéndose con sus muletas. Sólo una pierna entera, la otra ausente por encima de la rodilla. Le eres indiferente, sólo se acerca a los vehículos parados, agitando por la ventanilla su vaso con dos monedas.
Sobre un muñón vendado y sucio, con restos de manchas de una herida que sigue supurando sangre y pus. Al lado un semáforo en la gran avenida de las afueras de la ciudad.
El invierno que nos visita corre por la calle, cortando caras con el frío filo del sable invernal.
La avenida de la gente escondida. Algunos la caminan, por necesidad, por algún deber inexcusable, al encuentro de una cita.
El trasiego constante de coches nos hace reconocer la ciudad. Es el tráfico.
La escasa luz anuncia la noche. A lo lejos unos jóvenes bailan la danza del frío.
En este semáforo, entre un rojo y otro, espera de pie, sostenido por sus muletas. Las manchas de su vendaje son cada vez más evidentes. Los peatones siguen su camino sin mirar atrás, con el paso más vivo, producto del frío y de la cobardía. Ese lisiado da miedo, aterra a todos los que no queremos verle.
Abandona su guardia cuando los coches se paran ante su semáforo en rojo. Siempre vuelve a su puesto, de centinela: Ida y vuelta, desde el rojo al verde, y vuelta a empezar. 
Agita su vaso de limosnas en la ventanilla de todos los coches.

Un viandante cruza rápido camino de un funeral.