25 de septiembre de 2010

¿Has tomado miel, directamente de un panal?

         ¿Has tomado miel de un panal, directamente, cogiendo un pedazo de paja y cortando entre sus nudos, aspirar y notar que es la caña adecuada?. Una pequeña incisión en la celdilla y sorber un poco. Sólo tomar miel para tus labios, que apenas se note. Dejar casi intacto el panal, para que el panal prospere.

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¿Has tomado miel directamente de un panal?
 Primero se busca una pajita, y como suele ser verano, sirve alguna hierba seca del entorno. Es fácilmente manipulable. Cortar entre dos nudos, soplar y aspirar. Funciona. Pasado el control de calidad, te acercas al panal con rica miel, en medio del monte, entre tojos y helechos. Los cencerros de las vacas pastoreando nos colocan en el entorno sonoro adecuado, entre los límites del cercado del “eiro” que se está amansando, y al que las vacas ayudan a mantener mas civilizado, menos agreste.
Vengo con Pepe y las vacas de su casa. Yo soy el veraneante solitario y quiero jugar. Pepe apenas un año o dos mayor que yo. Tiene que trabajar y le ayudo “allindando” las vacas. Para mí es una forma de juego. Aunque prefiero las peleas de Indios y Vaqueros con sus hermanos.
         Las vacas se pasan el día paciendo y las horas nos vuelven impacientes, esperando que llenen su vientre.
         Hay días como hoy que las soltamos en un terreno acotado y de vez en cuando nos toca correr para sacarlas del cercado del vecino. De vez en cuando hay que contarlas y ver que siguen todas.

         Hemos ido Pepe y yo, a esta ladera del monte. Pepe me enseña a perseguir abejas, discretamente. Somos espías del monte. Atentos los ojos, cautamente, después de localizar una abeja libando. Esperar hasta que emprende el vuelo de vuelta a su colmena. Paso a paso, disimulando, es un juego de contraespionaje. Buscamos su guarida.
         No fue al primer intento, pero la habilidad de Pepe nos llevó a encontrar el panal.
         Un panal incipiente. Con mis manos de niño lo podía abarcar.
Hemos actuado con precaución, no queremos sufrir los alfilerazos de las abejas y sus aguijones.
Pepe me explica que sólo atacan para defenderse cuando ven mucho peligro. Al clavarte su aguijón, ellas se mueren.
Dan sus diminutas vidas por salvar sus larvas, su reina, su cera y su miel.
Aunque te hagan daño, hay que entenderlas, defienden a sus hijos y hermanos.
No es para evitar que te piquen, es para evitar que se mueran.
         Entre sus manos el panal. Busca con paciencia las celdas donde está la miel y abre un minúsculo orificio, por donde aspirar con la pajita. Y a mí me invita. Y sostengo el panal que parece papel viejo. Y sorbo la miel.
-         No tomes mucho, deja para que alimenten sus larvas y prosperen.
-         No te lo tomes todo.
-         No cojas todo.
Coger sólo lo que se necesita. Es un juego. Ni en un juego es lícito destruir la vida.
Después de eso, nunca me ha gustado la miel.
Sólo podría tomar miel de un panal en el bosque, directamente.

         Días después volvimos a investigar que había sido de la colmena.
         Buscamos entre el follaje del suelo un buen rato, y al final, entre algunas hierbas secas, medio oculto, casi como lo habíamos dejado. Ahí estaba el panal aún vivo.
         Esta vez, sólo fuimos a comprobar que prosperaban. Esta vez, nos fuimos sin probar la miel.