10 de junio de 2009

OJOS

Una cabeza inmensa soporta unos enormes ojos sobre un cuerpo escuálido. Te mira sin decir nada. Unas manos intentan recogerlo en el regazo para darle ternura, pero no hay arroz, no hay trigo, no hay comida y su cabeza se cae a los lados, no se sostiene y esos ojos, cada vez mas grandes, nos están mirando, me están juzgando. Sé que tiene hambre.


El hambre me observa. Tiene los ojos grandes, le ocupan la cara. Se le notan los huesos, me mira, no aparta su mirada, me está viendo, tiene hambre, su madre ya no tiene leche, se ha secado, también tiene hambre, le coge la mano, le apoya en su regazo, los dos tienen hambre. Te están mirando.


Otro niño de ojos grandes está de pie. Se tambalea muy levemente, sigue de pie, no se agacha, no tiene fuerza para sentarse. Ya no sabe que tiene hambre, sólo esta ahí esperando, y nos mira con sus ojos infinitos.


Sólo la tierra se adhiere a sus cuerpos, hay arena en el pelo, en los labios, en la garganta reseca, ausente de saliva, nada para tragar, y en la distancia se ve el caminar pausado del hambre final. Aquellos de la voz perdida en gargantas silenciosas, ya son mudas las palabras, se perdieron los sonidos, solo sus ojos inmensos nos miran continuamente, sin pedir nada. Los que tienen fuerzas para sentarse han optado por su último destino.


De sus cuerpos huye la carne, y la piel se retira hacia sus huesos, dejando los ojos a la vista. Sus ojos lo invaden todo.


Sí no existiera Dios ¿como justificaríamos sus ojos oceánicos?

Si existiera Dios, ¡estaría ahí, en sus ojos infinitos!.