22 de diciembre de 2009




YO SATURNO.



Yo, Saturno. El abuelo de los Dioses, Padre del infame Zeus que me echó de casa, escribo esta carta a mis queridos mortales para agradecerles su perseverante fervor a pesar de los muchos años transcurridos, a pesar de algunos años malos.


Llegan las saturnales, como todos los años, y en este momento me siento orgulloso de ser Saturno, aunque a veces he sido difamado.

(Goya, me has hecho mucho daño).

En mi honor, se han instituido unas fiestas conocidas como Saturnales, que van según años, entre el 13 y el 25 de Diciembre.

Son mis fiestas un solaz para los desposeídos, unos días en que el amo sirve al siervo.

Unos días para hacer regalos, para reunirse con los amigos a comer y a beber.

Unos días donde se juega a la lotería.

Unos días donde se despide el año vencido y se renuevan las energías para el venidero.

Y donde preparo la feraz tierra para las cosechas.

Un momento para recordar a los amigos, para visitarlos, porque a veces se nos olvida y a los amigos conviene cuidarlos.

Unos días llenos de buenos sentimientos, y un intento de renovarse y ser mejor.

Cuando recordamos a los ausentes.

Cuando queremos que el afecto gobierne nuestros actos.

Algunos se quedan sólo en hacer regalos, y no son de mi agrado. Un presente modesto y con cariño, me alegra el día, pero el mortal, tan dado a la exageración, es dispendioso.

Sí, en parte es culpa de los Olímpicos, tan dados a lo exuberante y grandioso, pero ¿qué se puede esperar de un padre de los dioses que expulsó a su propio padre?.

Yo, Saturno. Soy feliz cuando los amigos se juntan, cuando las familias se reúnen alrededor de la mesa, para compartir sus viandas y sus bebidas.

Bien es cierto que los vendimiadores me consideran su patrón.

Agradezco a los sacerdotes, que el día 24 concelebren mi día, y a todas las gentes que se acercan a orar en mi templo.

Gracias a todos.
Gracias a los mortales que abandonando los viejos dioses por otro más lucido han conservado mis fastos. Desde hace 2500 años me veneran a mí, a Saturno, y todo lo que ello significa.

Deseos de Paz, deseos de Amor, deseos de Abundancia.

Gracias os doy simples mortales por seguir presente en vuestros corazones.

No me importa el nombre que le déis, lo que importa es vuestro espíritu, vuestro corazón y en estos días, estáis conmigo, desde el principio de los tiempos.

Algunos dirán que se celebra otra cosa. No os engañéis, el único que renace todos los años en estas fechas soy yo, Saturno.

Otros sacerdotes pretenden que es el nacimiento del otro, pero ellos saben que nació en primavera y en el fondo no me importa, es un tipo, el tal Jesús, que me cae bien, pues va predicando la paz y el amor a todo el que se deja, y eso, amigos míos, me es grato. Así que no me importa compartir las alabanzas con este buen muchacho, aunque a veces se queje de que sus seguidores se olviden de su cumpleaños, pero es lo que yo le digo: aunque no sea tu cumpleaños, que mejor regalo puedes desear que su intento de seguir tus enseñanzas.

En el fondo no importa si es o no es tu cumpleaños y que sea el mío. Lo que importa es ver estos días en sus corazones, y sus deseos de mejorar, alégrate Jesús, no seas quejica, a mí me dedican unos días al año y tu arrasas en el resto del calendario.
OS DESEO UN FELIZ AÑO NUEVO,
OS LLEVO EN EL CORAZÓN.

EL 2010 VA A SER MEJOR.


FIRMADO


SATURNO PADRE DEL PADRE DE LOS DIOSES


2 de diciembre de 2009

Para Paola que hoy cumple años


PAOLA

A Paola le gustan los cuentos.

¿Y sí te sonríe?

Le hablas horas y horas,

de princesas, de hadas y de duendes.

Tiene cosas en común con la Sirenita.

Pero como vive en Madrid,

pasa en la piscina sus mejores horas.

Paola en el agua.

Y si el tiempo lo impide, en casa,

llenamos las paredes con palacios bajo el mar.

Desde su palacio submarino,

te invita a té con sonrisas,

o a un gracioso café con galletas.

Si Paola quiere,

eres Neptuno, o un príncipe,

o una estrella sobre la Mar.

Desde sus ojos conseguidores,

navegan hasta nosotros chispitas mágicas,

que nos envuelven.

Y entonces nos vemos,

y somos, [por primera vez],

el aguerrido príncipe,

que Paola dibuja.

¡Que duro volver a casa

desde el palacio!.

¡Que duro salir del agua!.

.-.-.-.

Para Paola que vuela sobre las olas.

22 de noviembre de 2009

DIARIO DE UN TALIBAN II

A todos los Guille, Felipes, Susanitas, Manolitos, Miguelitos y Libertad del mundo.

AVISO Nº 1

Comunicado público: Se advierte que, todo el que tenga intención de pedir relaciones, pedir salir u otras variantes a la señorita Mafalda, que sepa, que yo me llamo Felipe.

No quiero que os hagáis ilusiones u os creéis falsas expectativas.

Podéis ser amigos.

Se toleraran los amores platónicos.

Nota: Le ruego se dé la máxima difusión.

***********

Leo para robar las palabras de otros.

Las palabras son de quién las necesita.

Intertextualizar para conseguir besos (besos como Catedrales).

En el metro una voz anuncia; próxima estación ANTONIO MACHADO.

Si hay colores en la calle, si hay canciones en el corazón. Hay sonrisas.

En el metro una voz anuncia; próxima estación RUBEN DARIO.

Consideramos miembros de honor, con todos los honores a Les Luthiers.

Admiradores de Mafalda.

Mafaldeños, Mafalderos, Mafaldelenses, Mafaldunos, Mafalderinos, Mafalditos, Mafaldoctos, Mafaldesienses, Mafaldabetos, Mafalgliotos, Mafaldebinos, Mafaldiolos, Mafaldileños ... La de palabras que se pueden reconstruir con Mafalda.

Aquí estoy, inasequible al desaliento, lanzando mi voz al mundo.

En mi casa guardo un rincón especial para Mafalda y sus amigos.

Se reserva el derecho de admisión, no a los vocingleros, exaltados y procaces.

Exabruptos no, gracias.

Bienvenidos sean los jardineros de macetas.

Bienvenidos los pelagatos.

Bienvenidos los guapos por dentro

Bienvenidos los guapos por fuera

Bienvenidos los reversibles

Desde aquí hago un llamamiento para apagar la tele media hora al día.

No se trata de cambiar las cosas hoy, se trata de querer cambiar.



15 de noviembre de 2009

Celestino Hombrigo. IV

La casa de Celestino tiene nombre, nombre impuesto por el tiempo y los vecinos.
Los Mediaorella.

A su abuelo (de Celestino), cuando tan lejos se atrasa el tiempo. Yo no se como nombrarlo, como se denominan a los antepasados, a los ancestros.

El abuelo de Celestino ¿Que es para mí?. Si Celestino es el padre de mi abuela. Es tatarata, tatara_algo.
El ancestro que nos interesa, por lo menos a mí, cuando era un bebé.

(Difícil imaginar a los ancestros como críos). Estando en su cuna, fue visitado por un gocho, gorrino o cerdo, y en un descuido le tiró un bocado que le llevó media oreja. Un disgusto y un alivio, pues siempre se cuentan historias de cerdos voraces. Voraces del todo.

Así quedo Mediaorella para él, para nombrar su casa, para nombrar a sus descendientes.


Frases con sustancia de mi amigo Celestino.


***

Soy de masa, vulgo, canalla.

Soy plebe, soy chusma.

Impresentable.


***


La primavera.

Su pecho reflejado en el mostrador.

La primavera.


***

La mujer es Tonta del corazón.

Vulnerable


***

Recuperé,

tus besos del olvido
***

Hoy no voy a la playa.

Hace mucho aire.

Está el agua como una cabra.


***

La rosa bordada

cedió sus pétalos

al tiempo

***
Sí una palabra mía

pudiera enamorarla.


***

El enojo de las nubes

es perceptible desde mi celda.

Valldemossa.


***

Sol rebotando

sobre la Mar.


***

Incitación


***
Sabes que me gusta pasear a tu lado


***

El golpe certero de un beso,

acallo los peores reproches.


***

Había,

en su infancia,

un pesado recuerdo.


***

Un misterioso olor

de sutiles fragancias.


***
Incipiente señorita,

dama nueva.


***

Parsimonia en sus ojos.


***

Sí estoy triste,

Sí estoy alegre,

es por ti.


***


Razón de más, para buscar hoyuelos.

****

10 de noviembre de 2009

Cine de Verano


Bajo la presión del entorno sucumbe una vez más los espacios de mi infancia.

o Me robaron el cine de verano.

o Hasta luego Luckas.

A mi me gustaba el cine de verano.

El lugar donde veraneo. Un fuerte calor y una gran humedad. Es el Bochorno.

Había noches, calurosas noches, cargados de bocatas. Una familia con críos, con abuelos, y con cojines.

Cojines bajo el brazo, cada uno con el suyo y unas rebecas p'al relente.

En la pantalla una pelí, en la mano “Palomitas of course”, agua, refrescos y una cerveza para papá.

Las palomitas eran nuestro premio después de acabar el bocata.

Un clamoroso estrépito saluda el trompazo que se ha ganado el villano, ese pedazo de malhechor y malandrín. Es influencia del abuelo.

El abuelo nos manda callar, pues no se entera de la película. Afortunadamente los otros niños en el cine no le hacen caso, se abre la veda para vitorear en el cine.

Mi hermano pequeño siempre se duerme a mitad de la película y tengo que contársela luego. Yo me encorajino, porque sí se va a dormir que se quede en casa viendo la tele.

Abrieron un cine para todas las estaciones, con aire climatizado.

Nos cerraron el cine de verano.

Adiós al bocata, las palomitas y a volver medio dormido, a caballo sobre mi padre.

Adiós a la doble sesión continua.

Ahora he ganado, una única película, al doble de precio, con aire acondicionado y en silencio. -¡Que como venga el acomodador!.

Adiós al cine de verano. Adiós

1 de noviembre de 2009

Nunca pasa nada.

Salimos de visitar Zamość rumbo al sur. A mano izquierda de la carretera tomamos el camino a Bełżec. Cruzamos la vía muerta visitada ya por la hierba, para parar en el estacionamiento del museo-monumento. La mirada se pierde en los desolados hierbajos nacidos entre las travesaños de esas vías, por donde venían los atestados vagones del Reich, aquí, en el Gobierno General.

Llegamos al Campo de exterminio de Bełżec por nuestros medios, somos turistas.

Hemos llegado tarde para visitar el museo, mas las puertas abiertas y un horario en el monumento nos informa que aún tenemos dos horas para hollar con pasos y miradas el austero recinto.

“Construido para limpiar la zona. Una vez cumplidos con creces los objetivos, se procede a desmantelar el lugar y dinamitar las construcciones especiales. Aplanar la zona. Ocultar cualquier tipo de vestigio”.

No me atrevo a cruzar el umbral.

Dudo.

Un adulto, rodeado de jóvenes con Kipá, explica no sé qué historias en su lenguaje incomprensible.

Una suave pendiente obliga a levantar la mirada hasta las lindes del campo actual, donde una ristra de árboles marca los confines del campo. Una ristra de árboles como un conjuro para purificar el humo, latente sesenta años después.

Al acabar el granito, empieza a la derecha un rectángulo inmenso cubierto con las escorias. Enormes escorias de algún gran horno. A la izquierda, otro campo de escorias y cenizas. En el medio, un estrecho paso que se hunde en la tierra.

Escorias, restos, cenizas, desolación, escorias.

Un grupo camina por el no tan estrecho paso, casi plano. Son paredes que se elevan.

Vacío el camino. Empezamos a caminar entre los campos de escorias, viendo como las paredes crecen hasta llegar mas arriba de mi cabeza.

Y me hundo.

Al mirar hacia arriba, las paredes cada vez mas altas. Y oigo gritos callados. Llevo mis dientes enganchados, férreamente encajadas las mandíbulas, algo me pesa, algo dentro de mí me pesa.

No, no he roto a llorar, sólo una pequeña dificultad al tragar y unos ojos un tanto vidriosos. Llegados al final del pasillo, una extensa pared de lamentaciones con un texto del paciente Job. A derecha e izquierda unas escaleras para salir del foso.

En la pared de la derecha empieza una letanía de nombres propios, pacientemente ordenados. Todos los nombres y sus variaciones. Nombres de gente: Antoine, Anton, ... Maria, Maran, Mario, ... en la pared de la derecha, en la pared de la izquierda. Los nombres de los que aquí fueron apeados.

Todo es confusión, preferiría quedar impasible. Lo preferiría.

No tengo ningún derecho a llorar.

Intento decirle algo a E, ... y mis labios no se mueven. Imposible abrir la boca, silencio y una hilera de árboles lo circunscriben, haciendo frontera.

Al final de los peldaños los ojos saltan a la fila de árboles, árboles verdes cercando del campo. Un contraste verde y vivo. La naturaleza. En el suelo, la escoria negra y gris que cubre la ladera. Lo humano.

Losa tras losa, acotando el campo de escorias, lo bordean con nombres repetidos, y con distintas fechas. Una ciudad, 1 de Enero de 1942; otra ciudad, otra fecha; otra ciudad, otra fecha; otra ciudad, otra fecha... Uno tras otro, los nombres de pueblos y ciudades donde vivían gentes.

Minuciosos. Se aseguraron volviendo las veces precisas. Así otra losa, la misma ciudad, diferente fecha...

Seguros están de que no queda nadie. Las cenizas a la tierra para alimentar el bosque. Las construcciones voladas.

Dejarlo todo tan limpio como antes.

Aquí, nunca pasa nada.

El eterno camino que nos lleva a Bełżec.

Campo de escorias. Olor a muerte.

Voy con mi paso asustadizo y oigo en mi mente los ayes callados de ese pueblo, desvanecido hace ya sesenta años.

Aún amagan las lagrimas por salir, cuando vuelvo a Bełżec.

No tengo ningún derecho a llorar.

Una sola vez fui, pero vuelvo y vuelvo con mi memoria, y no puedo borrarlo.

Y voy bajando por el estrecho pasillo que nos lleva al mural de nombres propios grabados en la piedra. Se ven las escorias. Y el horizonte del pasillo sube hasta cegar el campo inerte. Y ahora aumentan los quejidos, aumenta el frío.

Y nos vamos hundiendo.

Bajando a la muerte de un pueblo del pasado, un pueblo del presente.

Perdiéndose en la parte mas aciaga del ser humano.

30 de octubre de 2009

Feliz cumpleaños Sandra



Conoces a Sandra.
Donde Sandra hay casa, perro y piscina.
Además.
Se hizo con una mesa chiquita donde disponer la vajilla.
Y nos invita a degustar el aire que los contiene.
Sandra comparte con nosotros las brisas del aire.
Con Sandra vemos crecer a las mellizas.
Revoltosas mellizas. Curiosas mellizas.
***
Jugando a degustar las comidas,
llenas de mágicos sueños
que Sandra les prepara.
***
En el Jardín hay plantada una casa de colores,
donde se guardan los mejores sueños elaborados.
Desde la casa multicolor
brotan sus mágicos preparados,
camino de la mesita donde,
los ofrece.
Hasta aquí llegamos, frente a su mesita,
que a veces hay que compartir con Gema,
otras veces con Patricia.
Algunas veces, ni cabemos
en la pequeña mesita.
La risa que nos llega,
mientras sus ojos ojos nos juegan.
Es la carita de Sandra, es su brisa.
P.D. Siempre con permiso de Gema, y de Patricia.
.-.-.-.-.

28 de octubre de 2009

La casa que brota de la agreste roca.


En Cáceres.
De la dura peña nacen los cimientos del viejo Cáceres.

Se asientan los cimientos de la casa solariega sobre una roca vieja.

Su basamento se apoya en ella.

Las casas desde las rocas, nacen al mundo por la voluntad del hombre, su necesidad, su capricho.

Roca pulida por el tiempo y por la humana presencia.

Roca sosteniendo la piedra tallada.

Roca aguantando la casa, la de altas paredes, en las calles estrechas que se pueden tocar con los brazos extendidos.

Las casas, sus torres, las mismas construcciones que el famoso tapiz del tiempo ha dado lustre y en el que la hiedra ha trepado.

La hiedra otoño y verde, ha pintado de colores la casa, la hiedra encaramada hasta el balcón de los suspiros.

La hiedra que cada otoño renueva su traje.

La hiedra para asaltar amores.

La hiedra, el modisto natural, no tiene reparo en calzar al mundo con cómodos escarpines.

La hiedra y sus trajes a medida. La hiedra es tolerante con la poda cuando entiende que le tira un poco la sisa.

La hiedra pared arriba.

La hiedra candoroso primor que nos abraza.

La hiedra nos abraza con el primor candoroso de una abuela,

con su tierno abrazo,

con su manto verde y oro, en otoño,

con su manto verde contento en primavera.

Las hiedras, las parras, las torres mochadas.

Es Cáceres.

12 de octubre de 2009

Diario de un taliban


Voy a definirme, voy a tomar postura, a partir del día de ayer el ideal de mi vida será ...
... Adoro a Mafalda.
Voy a decir por ahí.
Voy a cascarlo.
Me encanta tu presencia.
Me hace feliz verte.
Como Neotalibán he decidido emboscarme y cuando vea una aglomeración de gentes, sorprenderles con una lluvia de pétalos gratuita.
Será una actividad peligrosa., condenada al sacrificio.
No me gustan especialmente las flores, tengo una reseñable proclividad al estornudo con sinusitis.
Yo cambiaría los pétalos por mimitos.
Siempre es buen momento para un ataque descoordinado de cariño.
Necesito un arrumaco.
Te vas a enterar, a mí no hay quién gane a cariñitos
–Guille lo dice.
Me gustan los ojos que sonríen.
Voy a regalar gracias, aunque no me apetezca.
Hay gente en el mundo que no soporto, pero sigo sonriendo al mundo mundial.
A veces me enfado, es normal.
A veces discuto, es normal.
Hago desde mi blog un llamamiento mundial por la paz.
Quiero invitaros a organizar comandos sorpresa, especializados en besos de hada.
Besos de mariposa.
He recuperado el sueño, gracias a unos ojos acastañados.
Ayer fue atacada la embajada China, con mil flores de cerezo.
La embajada de Estados Unidos ha recibido de una tacada dos mil cartas con poemas de Walt Whitman.
Un amigo mío se ha sentado delante del mausoleo al soldado desconocido, y ha llorado.
Un amigo caminaba por la calle de su ciudad, se ha cruzado con unos magrebíes, y no ha cambiado de acera.
Me gustan las camisas alegres y floreadas de los africanos.
Una enfermera negra como el carbón me ha tomado el pulso, me ha sonreído, me ha hecho feliz.
Cambio palabras por besos y frases por achuchones.
Reivindiquemos la lírica como arma de construcción masiva.
Los elegantes pasos de un flamenco rosa.
Una bandada de Cisnes en el cielo.
Ni una puesta de sol, ni el amanecer mas vibrante tienen nada que hacer, cuando se colorean tus papitos.
Esos papitos que tu tienes,
para sí los querría
el amanecer del día,
y los envidia,
lo sé,
los románticos ocasos.
***

30 de septiembre de 2009

ENFRENTE DE LA PLAYA.



Te cuento.
Una vez en la playa, en pleno verano, canícula, con un sol de justicia. Distraía mi ocio observando la calidad de tantos cuerpos semidesnudos. Cuero viejo. Alguna piel nueva.
Una señora con niño embadurna concienzudamente a su crío. Toalla, silla, sombrilla. La señora divertida, aplaude las gracias de su niño en la orilla.
Un sorprendente ruido recorre la playa, todo el mundo mira extrañado a derecha e izquierda. Un súbito silencio tras el rugido.
Un niño rompe a llorar. Es la señal para que vuelva el barullo, esta vez más alto, más fuerte, más sonoro. Estrépito al sol.
Extrañeza en unos rostros, otros, claramente visitados por el miedo, recogen apresurados toalla y sombrilla.
¿Qué habrá sido eso?
Mucha gente. El efecto dominó les lleva a ausentarse de la playa. No hay miedo visible.
¿NO?
Una inquietante presencia de ánimo envuelve a esas personas ausentándose de la playa. Reparo, prudencia, tal vez temor. Sus huecos, empero, son inmediatamente ocupados por los despreocupados turistas que siempre fluyen, invadiendo la interminable playa.
En un país meridional, en pleno verano, cuando la calor nos acerca al mar.
Tranquilamente el agua se retira. Y numerosos bañistas a remojo se encuentran en breve lapso de tiempo, privados del agua marina que antes les circundaba. Me fijo en un hecho curioso, no sólo los bañistas se han quedado en seco, un pez de esos que habitan cercanos a las costa, da coletazos sobre la arena, es presumible que se ahogue, ese y los congéneres del entorno, tampoco es que sean muchos. Abundan eso sí, los cangrejos y las estrellas de mar, también esos otros especímenes de los que tanto proliferan por las rocas playeras. Erizos. Babosas de mar. Crustáceos, muchos crustáceos.
Se ve el desconcierto en los rostros de los turistas. Y un camarero con bandeja en ristre, se encuentra parado, atónito.
Hay una ligera vibración en el aire, apenas perceptible, una ligera onda aviva el vuelo de los pájaros de la zona, tornándolos huidizos.
El mar vuelve.
A lo grande.
Y pasa por encima, muy por encima de tanta gente. Va el agua cubriéndolo todo. Hasta los cuatro pisos del hotel.
Por un momento todo pasa a ser parte del mundo submarino. Una mesa se desplaza grácilmente en su nuevo medio, a su lado una expendedora de refrescos. Van intercambiando posiciones.
Empiezo a fijarme en el extraño desfile.
Esa es una barca de pesca. Submarina. Vacía.
Un coche. Submarino.
Veo toda clase de frutas submarinas abandonando el puesto que hay al final de la playa.
Por ahí viene el susodicho puesto. Submarino.
Eso otro parece un cuerpo. Submarino.
Está todo revuelto y cada vez mas objetos, inanimados ya, transitan por el mar que lo invade todo.
Una barca de recreo. Submarina, alucinadamente inclinada viene derecha hacía mí, hacía el ojo de buey de la cámara hiperbárica en la que me metieron ayer.
El choque lo pone todo patas arriba y una grieta aparece en el fuselaje. Flotamos en el agua, pero aquí dentro, cambiar de posición continuamente, es muy irritante. He perdido un gran campo de visión, maridado como voy con la barca de recreo.
Por la grieta rezuma sin pausa el agua de mar. En nuestro camino se interpone un tejado submarino, inevitablemente, el roce produce otra grieta en el improvisado batiscafo donde me guarezco.
Sospecho que tanta agua no traerá nada bueno.
Me refiero al agua que cada vez en mayor medida entra en mi recinto.


23 de septiembre de 2009

Al cruzar la calle



He salido a por pan.
Voy de transeúnte por la acera de mi ciudad en agosto. Busco una panadería y un semáforo en rojo me dice: no se pasa. Es agosto. No hay coches en la calle, están en la playa. Miro a un lado y a otro. Para que esperar. Cruzo la calle con el semáforo en rojo. Con la habilidad que me caracteriza he sacado un cigarrillo del bolsillo acercándolo a mis labios.
Un golpe en las piernas y estas salen volando en un impresionante salto mortal carpado, con posibilidad de incluir medio tirabuzón. Las piernas en el aire por encima de mi cabeza. ¿Como han ido a parar ahí?. Mi cabeza invertida, los pies al aire, quiero decir arriba, aunque también al aire, las sandalias se fueron. ¡Adiós!.
Todo mi cráneo impacta contra el parabrisas del coche desconocido, frena mi cabeza, acentuando el giro de las piernas rotas, “por lo que veo desde mi posición es evidente que las piernas van rotas, eso debe de doler, la que me espera”.
Todo va tan rápido que mi cerebro no ha recibido avisos de dolor de ninguna parte, pero por rigurosa deducción es evidente que el aviso llegará y si no hay nada que lo impida me va a doler.
El giro me lleva a sobrepasar el largo coche desconocido que me está atropellando, voy descendiendo directo al asfalto, detrás del coche.
Y veo
Un coche pasado de frenada.
Un cuerpo detrás sobre el asfalto.
Ha sido mi primer salto mortal, además carpado, con medio tirabuzón, no ha sido considerado por los jueces de silla, por la evidente carencia de jueces en Agosto y en la calle.
A pesar de la gravedad de la situación, antes de perder al completo la consciencia o la vida, pues no sé aún como terminara el sucedido.
Me he dado cuenta de dos cosas, primero y por poner orden: La fuerza de la gravedad existe, ha hecho su trabajo con la eficacia que le caracteriza, un giro mas o menos elaborado encadenado a la inercia, velocidad y esas otras formulas de matemáticas aplicadas, aplicadas al incidente.
Segundo: Mi cara no esta preparada para impactar con el asfalto, con el negro, sucio, granulado asfalto, en el camino de coches.
En definitiva: Es peligroso sacar un cigarrillo mientras cruzas la calle. Tendría que dejar de fumar.
En estos momentos me doy cuenta de mi incoherencia y paso a un fundido en negro.

16 de septiembre de 2009

Cafè


En la cocina hay siempre dispuesta, una cafetera vacía, esperando ser rellenada por un molido café.
Cumplido el ritual de la molienda, paso con diligencia, es más, con presteza, a prender la cocina, presionando gracilmente, el encendido de la encimera.
Suspense ...
El circuito eléctrico no da señales de encendido.
Extrañeza ...
Vuelvo a probar.
Insisto en ello. Nada, ni caso.
Nerviosismo ...
Repito, varias veces, el procedimiento estándar para el encendido de encimeras. Varias nerviosas veces. Pero esto no funciona. Nada.
Una profunda desazón empieza a recorrerme el espinazo.
Mis ojos recorren la cocina en busca de una explicación. Miro enrededor en busca de una ayuda, que aunque esperada, no llega. Clamo al techo, increpándolo con mi dolor. Sólo el silencio acompaña mis quejíos.
¿Que hacer?
Unas profundas respiraciones consiguen la necesaria calma previa a cualquier reflexión no impulsiva.
-- Seguro que hay un manual de instrucciones, adecuado para resolver las incidencias que genere la encimera.
Abro variopintos cajones. Rebusco en las alacenas. La cafetera inerte sobre el fogón apagado, indiferente, la cafetera, a las angustias de mi ser descafeinado.
No hay manual. Hay agobios en mis carnes. Y la gente durmiendo.
¡Insolidarios!.
Por un instante reposo mi espalda en la pared, (anchas espaldas, por cierto) y contengo mis temblores. Una gota de perlado sudor desciende por mi sien izquierda, dejando la derecha descompensada.
Mis uñas, fieras uñas, intentan escalar por la pared de la cocina y los malditos baldosines me devuelven un chirrido molesto, inquietante.
Cae sobre mi la depresión.
La cafetería mas cercana, varias millas tierra adentro, no es la solución. El despertar a los compañeros de veraneo, tampoco, temo que no fueran bien recibidas mis necesidades y acabar rodeado de la trifulca, que mi experiencia me dicta como hartamente probable.
Desecho la postrer idea de meter la cafetera en el microondas, por mor de ser la cafetera amplia y el microondas estrecho.
También por temor, no sé quién me advirtió, de las nefastas consecuencias, de olvidar un objeto metálico cualesquiera, encerrado entre las seis paredes de un horno microondas.
Por cierto.¿Se puede decir microgüabes (microwaves)?.
¿Qué alternativas me quedan?.
Calentar agua en el microondas. Este destello de inteligencia es uno de los rasgos que me caracterizan.
Pensé en un café de puchero, pero desecho la idea, sin colador me vería obligado a llenar de salivazos mi entorno, en vano intento de deshacerme de los posos de café, que invariablemente terminarían en la punta de mi lengua y que francamente, no son de mi agrado.
Me pasé a lo sajón.
Un triste té, con nube y media de leche.
La teína evitó que cayera en la espiral angustiosa de la desesperación suicida. Un té frío.
Una hora y treinta y siete minutos de pena, sollozos y quebrantos, mientras discurre la espera por la ansiada llegada del personal técnico.
El Encimero de Urgencias.
Casi dos horas de espera, hasta que por fin, subió el café.
Sniff.
Sniff.

31 de agosto de 2009

Lo contaba nuestra madre. 1ª parte.


El hijo de un descanso.
Mi hermano nació el último año de la guerra civil. En una casa. En el monte del Occidente Asturiano.
Había ido mi padre a reponerse de las heridas sufridas en combate. La sangre joven rehabilita las heridas, restaña el vigor perdido. Y tanto vigor, junto a lo que entonces denominaban “el natural uso del matrimonio”, genero una nueva vida: El primogénito.
Es mi hermano hijo de un descanso. Un descanso en la guerra.
Tuvo mi hermano dos nacimientos, el natural y, el otro.
Existía en las casas de labranza una trapiella en el suelo del dormitorio, orientado a vigilar a las vacas, sobre todo a las parturientas. Este ventanuco permitía, sin abandonar el cálido lecho, observar su estado en las aburridas, en las frías, en las largas estancias de la oscuridad del invierno.
Luis, que es el nombre de pila, y por el que aún le reconocemos, debía estar en los inicios de sus movimientos. Y en algún descuido de nuestra madre. Las madres también duermen. Decía pues, que en un instante, desde el ventanuco del suelo, cayó mi hermano a la cuadra.
Felechos, toxos y otra folgueira amortiguaron su caída, que fue considerable. Aún así, debajo permanecía un penedo. Así que el golpe amortiguado terminó con su sien impactando en un canto.
De ahí su cicatriz que aún nos muestra cuando nos visita la nostalgia. Escasa la distancia, menos de medio centímetro desde su sien, a lo que hoy resta de su bregadura. La marca de su segundo nacimiento.
Mi afortunado hermano vino entonces, a nacer dos veces, una de la forma acostumbrada y mas convencional y, la otra, después de un vuelo sobre la cuadra.
Para enredarlo un poco más.
Se hace constar como nacido en el lugar llamado Rabejo, es decir, la casa de mi madre. Pero sospecho por los relatos que debió venir al mundo en el Bao, donde mi madre residía durante la guerra civil. En casa del tío Miguel y de la tía Consuelo.
El Rabejo, la castellanizada forma que se permitía en aquellos tiempos. Nombre que constaba en el DNI de mi madre y de mi hermano. Más tarde pasó a ser Rabexo. En virtud de la democracia, sus autonomías y la recuperación de las formas vernáculas.
Y no es lo mismo haber nacido en el Rabejo, con ese pedazo de jota, a ser natural del Rabexo, con una equis pronunciada como una che francesa.
Hoy desaparecido el lugar administrativamente, a pasado a ser natural de la Caridad. Distante varias leguas, es decir, unos veinte kilómetros del lugar.
Por algún motivo mágico parece lógico el lío administrativo, para no ser menos que los sucedidos. Allá por el año 39.

2 de agosto de 2009

Celestino Hombrigo. III


Celestino aclamado gaitero de la Braña, lugar cercano al monte Penouta, reconocido lugar, mas tarde famoso por su antena repetidor, asombro tecnológico de la zona.

Celestino va a las romerías con mi abuela de niña, un largo camino siempre. A cambio unos perroes y algún culín de sidra

Celestino toca la gaita, toca el violín y se le daba bien juntar palabras.

Frases con sustancia de mi amigo Celestino.

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Unas carnes jóvenes adecuan su cuerpo al verano

De frente vienen bailando sus pechos

Sonríes lloroso

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Poca risa, mucho dolor.

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La sien pegada al asfalto frío

En la boca se recogen las enlodadas aguas

Pegotes de sangre negra adheridos a la nariz

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A veces, las formas de las letras tienen su propia elegancia.

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Mira que bien, dibujan los labios besos en el aire.

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Mira que bien se dibujan los labios con los besos dados.

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Mira la noche pintada de versos cubriendo el firmamento.

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Sueños de amor

Labios de aire

Bocetos de amor.

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Persona.

Te visten versos o ligeras gasas o tenues brisas.

Te suben manos (mías)

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Quiero morir.

Quieres morir.

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Caramelo de limón.

Caramelo de café con leche.

Bomboncito de licor,

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La huella de dolor,

es una muesca en el sentió,

que no borra el agua de ojos,

ni la esencia de dioses.

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No quiero vagar impasible entre la miríada de sendas

que surcan los estultos vericuetos de la vida.

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